sábado, 10 de agosto de 2013

Texto para el viernes 16 de Agosto

 Cuento: Axolotl de Julio Cortázar

Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolote. Iba a verlos al acuario del Jardín des Plantes y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad (...). Ahora soy un axolote. El azar me llevó hasta ellos una mañana de primavera en París (...)Nunca había entrado en el húmedo y oscuro edificio de los acuarios. Pero ese día, no se por qué, elegí los acuarios. Observé peces vulgares hasta dar inesperadamente con los axolotes Me quedé una hora mirándolos, y salí incapaz de otra cosa. Luego investigué sobre ellos en la biblioteca. Consulté un diccionario y supe que los axolotes son formas larvales, provistas de branquias, una especie de batracios. Que eran mexicanos lo sabía ya por ellos mismos, por sus pequeños rostros rosados aztecas y el cartel en lo alto del acuario. Leí que se han encontrado ejemplares en África capaces de vivir en tierra durante los períodos de sequía, y que continúan su vida en el agua al llegar la estación de las lluvias. Encontré su nombre español. ajolote volví (...) Volví a verlos al día siguiente. Empecé a ir todas las mañanas, a veces de mañana y de tarde. El guardián de los acuarios sonreía perplejo al recibir el billete. Me apoyaba en la barra de hierro que bordea los acuarios y me ponía a mirarlos. No hay nada de extraño en esto porque desde un primer momento comprendí que estábamos vinculados (...) Los axolotes se amontonaban en el angosto (sólo yo puedo saber cuán angosto) piso de piedra y musgo del acuario. Había nueve ejemplares y la mayoría apoyaba la cabeza contra el cristal, mirando con sus ojos de oro a los que se acercaban (...) Aislé mentalmente una situada a la derecha y algo separada de las otras para estudiarla mejor. Vi su cuerpecito rosado y como translúcido (...) semejante a un pequeño lagarto de quince centímetros, terminado en una cola de pez de una delicadeza extraordinaria, la parte más sensible de nuestro cuerpo. Por el lomo le corría una aleta transparente que se fusionaba con la cola, pero lo que me obsesionó fueron las patas, de una finura sutilísima, acabadas en menudos dedos, en uñas minuciosamente humanas. Y entonces descubrí sus ojos, su cara, dos orificios como cabezas de alfiler, enteramente de un oro transparente carentes de toda vida pero mirando, dejándose penetrar por mi mirada (...) A ambos lados de la cabeza, donde hubieran debido estar las orejas, le crecían tres ramitas rojas como de coral, una excrescencia vegetal, las branquias supongo. Y era lo único vivo en él, cada diez o quince segundos las ramitas se enderezaban rígidamente y volvían a bajarse. A veces una pata se movía apenas, yo veía los diminutos dedos posándose con suavidad en el musgo. Es que no nos gusta movernos mucho, y el acuario es tan angosto; apenas avanzamos un poco nos damos con la cola o la cabeza de otro de nosotros (...) El tiempo se siente menos si nos estamos quietos. Fue su quietud la que me hizo inclinarme fascinado la primera vez que vi a los axolotes.  Sus ojos sobre todo me obsesionaban. 
Era inútil golpear con el dedo en el cristal, delante de sus caras no se advertía la menor reacción. Los ojos de oro (...) seguían mirándome desde una profundidad insondable que me daba vértigo. Y sin embargo estaban cerca. Lo supe antes de esto, antes de ser un axolote (...) Yo creo que era la cabeza de los axolotes, esa forma triangular rosada con los ojitos de oro. Eso miraba y sabía. Eso reclamaba (...) Los imaginé conscientes, esclavos de su cuerpo (...). Su mirada (...) me penetraba como un mensaje: "Sálvanos, sálvanos" (...) En ese instante yo sentía como un dolor sordo; tal vez me veían, captaban mi esfuerzo por penetrar en lo impenetrable de sus vidas. No eran seres humanos, pero en ningún animal había encontrado una relación tan profunda conmigo (...) Les temía. Creo que de no haber sentido la proximidad de otros visitantes y del guardián, no me hubiese atrevido a quedarme solo con ellos. «Usted se los come con los ojos», me decía riendo el guardián, que debía suponerme un poco desequilibrado. No se daba cuenta de que eran ellos los que me devoraban lentamente (...) Lejos del acuario no hacía mas que pensar en ellos, era como si me influyeran a distancia. Llegué a ir todos los días, y de noche los imaginaba inmóviles en la oscuridad, adelantando lentamente una mano que de pronto encontraba la de otro (...) Ahora sé que no hubo nada de extraño, que eso tenía que ocurrir. Cada mañana al inclinarme sobre el acuario el reconocimiento era mayor (...) Ellos y yo sabíamos. Por eso no hubo nada de extraño en lo que ocurrió. Mi cara estaba pegada al vidrio del acuario, mis ojos trataban una vez mas de penetrar el misterio de esos ojos de oro sin iris y sin pupila. Veía de muy cerca la cara de una axolotl inmóvil junto al vidrio. Y ahí fue cuando, sin sorpresa, vi mi cara contra el vidrio, en vez de la del axolote vi mi cara contra el vidrio, la vi fuera del acuario, la vi del otro lado del vidrio. Entonces mi cara se apartó y yo comprendí. Sólo una cosa era extraña: seguir pensando como antes...
Darme cuenta de eso fue en el primer momento como el horror del enterrado vivo (...) Afuera mi cara volvía a acercarse al vidrio, veía mi boca de labios apretados por el esfuerzo de comprender a los axolotes. Yo era un axolote (...) Él estaba fuera del acuario (...) El horror venía (...) enterrado vivo en un axolote, condenado a moverme (...) entre criaturas insensibles. Pero aquello cesó cuando una pata vino a rozarme la cara, cuando moviéndome apenas a un lado vi a un axolote junto a mí que me miraba, y supe que también él sabía, sin comunicación posible pero tan claramente. O yo estaba también en él, o todos nosotros pensábamos como un hombre (...) 
Él volvió muchas veces, pero viene menos ahora. Pasa semanas sin asomarse. Ayer lo vi, me miró largo rato y se fue bruscamente. Me pareció que no se interesaba tanto por nosotros, que obedecía a una costumbre (...) Me parece que por lo menos alcancé a comunicarle algo en los primeros días, cuando yo era todavía él. Y (...) me consuela pensar que acaso va a escribir sobre nosotros, creyendo imaginar un cuento va a escribir todo esto sobre los axolotes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario