jueves, 5 de diciembre de 2013

Un poco de humor para terminar el año...


Felices vacaciones a los que hayan aprobado y a los que no... también! Ojalá que este tiempo lo puedan aprovechar, sepan administrarlo.

Besos y nos vemos el año próximo!

viernes, 15 de noviembre de 2013

1º trimestre - Este tema lo dio Pilar


 Este tema lo dio Pilar pero por las dudas de que tengan incompleta la carpeta les dejo material que puede ayudarlos.

LA CIENCIA FICCIÓN:

Se define al género como la literatura de la imaginación sobre un futuro en el que la historia narra adelantos tecnológicos y científicos que pueden ser verosímiles dentro de la perspectiva que se tenga sobre el futuro.

Las temáticas de la ciencia ficción: Literatura de ciencia ficción tiene como temática frecuente los cambios de:

El hombre:
que crea una máquina humanizada
que es capaz de desarrollar la técnica de la clonación
que se convierte en súper hombre (con cualidades que escapan a las desarrolladas por un humano medio)

La sociedad :

los cambios tecnológicos y científicos que en ella se desarrollan y que transforman la vida de las personas.

La imagen del mundo:

Construcción de la imagen de un mundo tecnocrático. Un espacio en donde ya casi no haga falta el ser humano dado que las máquinas que el hombre ha creado son prácticamente autosuficientes.

Viajes espaciales:

Los primeros relatos de ciencia ficción remitían a viajes hacia el espacio (Marte o la Luna)
Invasión de seres no humanos:
La invasión extraterrestre ha sido una constante dentro de la ciencia ficción.

La utopía y la distopía:

La utopía es una de las primeras formas de la ciencia ficción. Se trata de la construcción imaginaria de la sociedad perfecta e ideal.
También, la ciencia ficción se ocupa de la construcción o representación de un mundo ideal pero en sentido negativo: una distopía.
En la ciencia ficción se ha usado sobre todo la distopía.


SOBRE LA OBRA DEL ETERNAUTA

Biografía de Héctor Germán Oesterheld:

Nació en Buenos Aires el 23/07/1919 – Secuestrado FFAA en 1977 (durante la última dictadura militar argentina) y presumiblemente asesinado en 1979.
Geológo de profesión y escritor por vocación.
Inició su carrera de escritor escribiendo cuentos infantiles y luego historietas. Sus primeros comics se publicaron en la década de 1950.
En 1957 funda junto con su hermano su primera editorial que se llamaba “Frontera”.
Sus trabajos se publican tanto en la revista “Hora cero” como en la revista que llevaba el mismo nombre que la editorial “Frontera”.
El 4 de Septiembre de 1957 (fecha a partir de la cual todos los años se festeja el día de la historieta argentina) apareció por primera vez publicada en la revista “Hora cero semanal” la primera parte de la tira que lo hizo más famosos: El eternauta. Aquí Oesterheld escribió el guión de la historia mientras que los dibujos de la historieta estuvieron a cargo del reconocido dibujante Francisco Solano López.
La editorial “Frontera” cerró luego de cinco años de funcionamiento como consecuencia de los graves problemas económicos que afrontaban los hermanos Oesterheld.

La vinculación de la vida y obra de Oesterheld con la política de nuestro país:

Con el paso de los años y progresivamente la obra de Oesterheld fue adquiriendo un mayor compromiso político.
En 1968 Oesterheld realizó una serie de biografías de figuras históricas de América Latina adaptadas al formato de historieta. De este modo realizó una biografía sobre Ernesto “Che” Guevara y cuando planeaba publicar una segunda sobre la vida de Eva Perón el gobierno militar la retiró de la venta y secuestró los originales.
En 1969, en colaboración con otro dibujante - Alberto Breccia – hace una nueva versión de “El eternauta” para la revista Gente, con un guión mucho más comprometido. Esta publicación también fue cancelada.
Durante la última dictadura militar que asumió el poder en nuestro país el 24/03/1976 el escritor se adoptó una postura peronista revolucionaria. Junto con sus hijas, se unió a la agrupación guerrillera llamada “Montoneros” en la cual Oesterheld llegó a ser jefe de prensa.
En 1976 se reedita la primer parte de “El eternauta” y se publica por primera vez “El eternauta II” (también ilustrado por Francisco Solano López). La segunda parte de la obra que tenía un contenido político mucho más explícito que la primera.
Las analogías de la segunda parte de la obra con el momento político del país son más que claras: El eternauta aparece como un caudillo, como un héroe común y popular que guía al pueblo oprimido a lanzarse contra el gobierno opresor.
Hay que tener en cuenta que Oesterheld escribe la segunda parte de “El eternauta” desde la clandestinidad luego del secuestro por parte de las FFAA de sus cuatro hijas* (dos de las cuales estaban embarazadas**) y sus dos yernos. Posteriormente también los secuestrarían y harían desaparecer a él también.

* Diana (24), Beatriz (19), Estela (25) y Marina (18).
** Uno de sus nietos ha sido encontrado pero al otro se lo continúa buscando.

A Oesterheld lo secuestran el 27/04/1977 en la ciudad de La Plata.
Francisco Solano López debió exiliarse en España para salvar su vida y la de su hijo (que también era militante político).

Características de la historieta:

El eternauta se trata de una historieta. La historieta es un género en el cual se da una comunión (una unión) inseparable entre la ilustración artística (el dibujo) y una historia narrada (el texto).
Toda historieta implica una intervención activa del lector: La historieta es un formato literario que implica una mayor actividad por parte del lector. La imaginación de quien lee es insustituíble para llenar los vacíos entre una viñeta (recuadro) y el otro. En el cine o en la televisión, las imágenes se suceden con continuidad. En la historieta, en cambio la acción puede comenzar en la primera viñeta y acabarse en la siguiente, saltando todos los pasajes intermedios entre un cuadrito y el posterior.
El lector tampoco deberá perder de vista los sonidos indicativos en los correspondientes “bocadillos”.
Todo el curso de la historieta debe reconstruírse en la imaginación, combinando las indicaciones dadas en las viñetas. Es el lector quien da el sentido al conjunto.



“El eternauta” la obra cumbre de Héctor Germán Oesterheld:

A ) El contexto histórico:

El 16 de Septiembre de 1955 es derrocado por un golpe militar el presidente Juan Domingo Perón quien llevaba adelante su segunda presidencia. Al golpe militar que derroca a Perón se lo conoció como “Revolución Libertadora”. Al partir del golpe se establece una dictadura y con ella un fuerte mecanismo de censura hacia todo lo que se relacionaba con “el peronismo”. El sólo nombrar el nombre de Perón estaba prohibido.
En el período durante el cual se publicó la primera parte de El eternauta se realizaron elecciones, en las cuales el peronismo fue proscripto.
En 1958 se llama a elecciones (con el peronismo proscripto, esto es que el partido político peronista no puede presentar ningún candidato para estas elecciones porque estaba prohibido). Tampoco se le permitió al peronismo participar de las elecciones de 1963.
En 1966 vuelve a haber otro golpe militar.

B ) La obra y su trama:

La obra “El eternauta” es considerada la obra cumbre de la literatura de ciencia ficción argentina.
El eternauta narra una invasión extraterrestre en la cual los humanos que sobreviven se organizan en un plan de resistencia ante las fuerzas invasoras.
Una noche de invierno de 1963 cae sobre Bs As (y aparentemente en buena parte del mundo) una nevada mortal e inesperada. Los copos de nieve matan toda forma de vida sobre la Tierra. Un grupo de sobrevivientes: Juan Salvo (quien luego será “El eternauta”), su familia (Elena su mujer y Martita su hija) más un grupo de amigos suyos se salvan de la nevada por encontrarse jugando al truco dentro de su casa que estaba herméticamente cerrada. Desde allí, todos comenzarán a organizar la supervivencia.
Mientras tanto el "Norte" envía aviones que son destruidos por los invasores y se producen algunas batallas en las que intervienen diferentes entes esclavizados mentalmente por los “Ellos” (Los manos, Los Gurbos, Los cascarudos y finalmente los hombres robot).

Personajes principales:
  • Juan Salvo: 35 años, protagonista de la historiera, dueño de la casa en al que se refugian, tenía una fábrica de transmisores.
  • Elena Salvo: 28 años, mujer de Juan Salvo.
  • Martita Salvo: 11 años, hija de Juan Salvo.
  • Favalli: 40 años, profesor de física, amigo de Juan Salvo.
  • Alberto Franco: Fundidor , 20 años.

Personajes secundarios:
  • Oesterheld: Escritor , aparece al principio de la historieta, en algunas escenas sobre el final y en el final mismo.
  • Lucas Hebert: 60 años, loco por la electrónica, amigo de Juan Salvo, muere en la página 47.
  • Polsky: Amigo de Juan Salvo, 75 años, muere en la página 11.
  • Pablo Meno: 12 años, sobrino de un ferretero, aparece en la página 35.
  • Ruperto Mosca: Historiador, oficia de periodista y trata de registrar en su cuadernito todo lo que sucede en al historia, a aparece en la página 72.

Ambientes reconocibles de Buenos Aires:
  • Barrio de Vicente López (Norte de Buenos Aires): Es el barrio de Juan Salvo.
  • Barrio de Nuñez: Aparece como un escenario de acción la cancha de fútbol River Plate
  • Plaza Italia (Barrio de Palermo): Aparece como escenario de acción tanto en sus superficie como en lo subterráneo.
  • Plaza de los dos Congresos: Plaza que se ubica frente al Congreso de la Nación Argentina. Aparece como un escenario de acción, como base de operaciones de las fuerzas invasoras.
  • Pergamino: Localidad del interior de Buenos Aires que se menciona en un momento (supuesta zona liberada)

Episodios: Se puede dividir en 26 secuencias, a saber:

1 ) Introducción. El guionista de la historieta (no se lo nombra), presencia la aparición del envejecido Juan Salvo, que dice se EL Eternauta "según me llamara un filósofo del siglo XXI.....por mi condición de navegante del tiempo, de viajero de la eternidad, mi triste y desolada condición de peregrino de los siglos..."
2 ) Truco en el altillo de Juan Salvo. Presentación de diferentes personajes: Favalli, Herbert, Polski, Elena y Martita Salvo. Indicio de nieve radiactiva en la zona, por radio. Corte de luz. Primera aproximación a la nevada mortal.
3 ) Episodio de Polsky. Sale de la casa y muere: demostración de la condición letal de la nevada. Desaparece un personaje.
4 ) Investigaciones y planes. Favalli predomina. Episodio de la casa de en frente (muerte). Sorteo del debut con el traje aislante. Sale El Eternauta (Juan Salvo)
5 ) En la Ferretería. Encuentro y traslado de Pablo Meno.
6 ) Muerte de Lucas. Desaparece otro personaje.
7 ) Ataque de sobrevivientes.
8 ) Caen bolas de Fuego desde el cielo.
9 ) Proyecto de huída. Apropiación de camiones. Rapto de Pablo.
10 ) Aparecen aviones defensores y son derribados. Aparece el Rayo Mortal.
11 ) Llegada de los soldados, con Pablo Meno. Organización militar. El Eternauta (Juan Salvo) es nombrado teniente. Aparición de Franco, el tornero fundidor , y de Ruperto Mosca, el historiador que oficia de periodista.
12 ) Batalla en la General Paz. Aparición de los Cascarudos. Descubrimiento de su condición de vicarios, robots.
13 ) Marcha hacia River. Toma de River.
14 ) Batalla de River: cesa la nevada. Ataque aéreo. Alucinaciones.
15 ) Salida nocturna. Pabellón de Barrancas de Belgrano. Primeros Hombres-robots. Aparición del Mano de múltiples dedos. Captura de Juan Salvo y de Franco. Comprensión de la magnitud y poder de los Ellos. Muerte del Mano. Huida.
16 ) Salida de River. Avance por las calles derrumbadas por los Gurbos.
17 ) Batalla en Plaza Italia. Primera aparición de los Gurbos. Derrota. Sensación de encierro.
18 ) En el subterráneo. Ataque de Hombres-robot, Gurbos y Manos. Batalla intelectual contra el Mano. El Mano es derrotado.
19 ) Batalla de la Plaza de los dos Congresos. Episodio de la atracción amorosa entre Franco y una Mujer-robot. Destrucción de la Base Invasora.
20 ) Estallido atómico.
21 ) Estado de derrota del invasor. La Nevada mortal, contraataque.
22 ) Regresión al primer estadio o situación inicial (vuelven a estar como al principio de la historia). Escucha de informe radial sobre zonas libres o liberadas. Huida.
23 ) Zona sin nevada. Emboscada.
24 ) Ataque final. Derrota. Franco y Favalli son capturados. Huida con Elena y Martita25 ) Invasión a la nave de los Ellos. Intento de conducción: mecanismo del Tiempo. Entrada en el Continium Espacio-tiempo. El mensaje del Mano en el Continium 4.
26 ) Cierre de la historia. El Eternauta advierte que ha llegado antes de la Invasión a la casa del escritor. Vuelve a su casa. La no- memoria, el no recuerdo. Final abierto.

El escritor – personaje:

Oesterheld se incluye a sí mismo como personaje en el “El eternauta”, su obra. Su rol en la historieta será el de escuchar en calidad de “escritor" el relato de Juan Salvo (El eternauta) y dar a conocer al mundo lo que esta persona le contó. En “El eternauta II” Oesterheld es el protagonista junto a Juan Salvo dentro de la historia, es decir, que en la segunda parte ocupa un rol mucho más activo de la historia.

Como les comenté todavía no hay ninguna película sobre "El eternauta" de Oesterheld. Acá les dejo los que a mi criterio son los mejores cortos que se hicieron sobre su obra.


Este es un corto realizado por fans de " El eternauta". Se está preparando una segunda parte de este corto llamado "Nevada" en donde ya circulan por la web algunos fragmentos de lo que se viene. A continuación agunas pruebas de cámara de cómo se verían las manos de "los Manos"







The E proyect, es un test de técnicas de efectos especiales realizado por el estudio Shango
 

EL ETERNAUTA 
HISTORIETA COMPLETA EN PDF.

TEMAS A EVALUAR EN LA INTEGRADORA:

  • Ciencia ficción (Características del relato de ciencia ficción y temáticas frecuentes)
  • Texto de ciencia ficción: El eternauta.
  • Relato fantástico (Características del relato fantástico y temáticas más frecuentes)
  • Tipos de narrador (Testigo, Omnisciente y protagonista, diferenciar entre 1º y 3º persona gramatical)
  • Argumento (Poder desarrollar el argumento de un cuento leído)
  • Estructura narrativa (Introducción, nudo y desenlace). Características de cada una de estas partes. Poder identificar estas tres partes en un cuento leído.
  • Relato policial. Características del policial negro y del policial de enigma (o clásico), diferencias entre ambos tipos. 
  • Lecto-comprensión. Preguntas de análisis a partir de un texto leído.
  • Novela. Características de las novelas.
  • Novela: Otra vuelta de tuerca.

jueves, 10 de octubre de 2013

PARATEXTO DE UNA NOVELA - Martes 22 de Octubre


EL PARATEXTO DE UN LIBRO
  • ¿ Qué es un paratexto?

La etimología de la palabra paratexto nos remite a lo que rodea o acompaña al texto (para = junto, al lado de).

  • Una posible clasificación del paratexto:
Podemos clasificar los paratextos según dos criterios:

1) Desde un punto de vista perceptivo (es decir, desde lo que a simple vista se observa) podemos diferenciar entre:

A) Paratexto icónico (ilustraciones, esquemas, fotografías, variaciones tipográficas, diagramación, etc.)

B) Paratexto verbal (título, prólogo, índice, referencias bibliográficas, notas al pie, etc.).

2 ) Desde el punto de vista de la emisión (es decir, quién escribe o emite) podemos diferencciar entre:

Paratextos que están cargo del autor (en muchas ocasiones es él quien redacta el prólogo, las notas aclaratorias, los índices, los títulos y subtítulos, la dedicatoria, la bibliografía, los glosarios y los apéndices)

Paratextos que están a cargo del editor (solapas, tapas, contratapas, lilustraciones y todo lo que constituye lugares estratégicos de influencia sobre el público para que este compre el libro)

Paratextos a cargo de un tercero (en algunos casos, los prólogos son escritos por personalidades o escritores reconocidos, en ciertos libros aparecen comentarios, glosas, notas al pie hechas por especialistas con el propósito de aclarar algunos aspectos o de facilitar la comprensión).

  • Elementos del paratexto:

La tapa: Cuenta con elementos textuales (Título y en ocaciones subtítulos, nombre del autor de la obra y nombre de la editorial) y elementos icónicos o visuales (fotografía o ilustración del contenido del libro relacionado con el título)

La contratapa no suele ser el paratexto más fiable en cuanto a la información que brinda, dado que su función primordial es influir sobre el lector para que este compre o adquiera el libro. Sin embargo, aporta algunos datos sobre el contenido, el autor y su obra. Lo hace con el objetivo de persuadir y, por lo tanto, en muchas ocasiones incluye opiniones extraídas de reseñas sobre el libro (obviamente, de aquellas que hacen una evaluación o crítica positiva del libro).

El prólogo o prefacio es un discurso que el autor, u otra persona en quien él -o el editor- delega esta tarea, produce a propósito del texto. Los prólogos, en general, tienen la función de informar sobre el contenido y objetivos del texto, presentar una posible interpretación, ofrecer datos sobre el origen de la obra y la "cocina" de su producción. (cómo fue hecha la obra)
Como es obvio, también tienen la finalidad de capturar la atención del lector y retenerlo.

El índice, que es una tabla de contenidos o de materias, está conformado por un listado de los capítulos según su orden de aparición, cada uno con la indicación de la página correspondiente. Este paratexto refleja la estructura lógica del texto, por lo que cumple una función organizadora de la lectura: si el lector quiere realizar la lectura completa del libro, puede saber de ante mano, antes de iniciar la lectura, con los temas con los que se enfrentará; si, por el contrario, busca una información específica como parte de un proceso de investigación, se dirigirá directamente hacia aquellas secciones (partes, capítulos, parágrafos) sobre las que tenga especial interés y solamente se dedicara a leer estas partes.

NOVELA : Saltos en el tiempo - Viernes 11 de Octubre

En ocasiones los relatos no están organizados cronológicamente, sino que el narrador produce cortes y saltos temporales en el desarrollo de la historia, hacia el pasado o hacia el futuro.
La interrupción de la temporalidad narrativa para referir un hecho sucedido en el pasado se denomina RETROSPECCION (o flashback), por ejemplo:

Finalmente el hombre descubrió la verdad. Un mes antes había comenzado con sus investigaciones.

En el ejemplo la acción comenzar las investigaciones es anterior a descubrir la verdad, aunque en el texto se la menciona después.


Otras veces el narrador excluye muchas acciones de la historia que está contando. Por ejemplo:

Llamó a su novia esa noche. Dos días después, se encontraron en el parque.

Aquí el narrador no cuenta lo que ocurrió durante esos dos días porque no resulta de interés para el resto de la historia, o bien porque desea ocultar información. Este recurso narrativo se denomina ELIPSIS.Las elipsis y las retrospecciones suelen se introducidas por CONECTORES TEMPORALES.


Novela (Características) - Viernes 11 de Octubre

LA NOVELA: Pertenece al género literario NARRATIVO

Es una narración más extensa que el cuento y, por lo general, se publica en un volúmen independiente, es decir que ocupa todo un libro. Presenta las siguientes caraterísticas:

  • Cuenta una historia compleja en la que ocurren muchas aventuras o situaciones conectadas entre sí, de modo que los conflictos que se presentan son múltiples.
  • Los personajes se describen en profundidad, aparecen desarrollados sus rasgos psicológicos y también su relación con el entorno.
  • Abundan las descripciones de lugares, tanto de paisajes como de ambientes interiores. Los espacios en los que transcurren los hechos suelen ser múltiples y numerosos.
  • El tiempo en el que transcurre el relato es extenso ( semanas, meses o años, puede ser hasta la vida completa de un personaje)
  • Se presenta una mayor abundancia de diálogos.
  • Existe la posibilidad que a lo largo de la novela haya varios narradores que narren desde distintos puntos de vista.
  • En las novelas suelen aparecer incluidos otros textos: cuentos, cartas artículos periodísticos, diario personal y todo aquello que la imaginación del autor quiera utilizar.



miércoles, 25 de septiembre de 2013

Otra noticia sobre el "Chupacabras" está es de hoy:


La verdad es que la foto no es muy buena y siempre quedan dudas de si estas cosas son ciertas. De todas formas circulan dentro de nuestra sociedad como "cucos" a los que hay que temerles. En las zonas rurales son infinitos los relatos y mitos sobre estos sucesos.

martes, 24 de septiembre de 2013

Policial Clásico ( o policial de enigma) y Policial negro. Sus características y diferencias.

Policial Clásico o de enigma:  

Policial negro:

viernes, 6 de septiembre de 2013

Crónica periodística para relacionar con el cuento "La marca del ganado" (Clase del 24 de Septiembre)


"La ficción y la realidad se mezclan"

  • Lee la siguiente crónica:

Diario: La Nación
Fecha de publicación: 17/06/2002
Sección del diario: Crónicas del país (Publicado en Edición impresa)

En La Pampa ocurren muertes misteriosas de ganado vacuno

Lo hallan eviscerado, con cortes limpios.

SANTA ROSA.- Sin explicación, desde hace un mes se suceden en varios campos de La Pampa misteriosas muertes de vacunos, cuyos cuerpos presentan mutilaciones de órganos practicadas con un procedimiento desconocido que produce cortes cauterizados. Desde el 15 del mes último se contabilizaron 36 casos y nadie pudo determinar aún cómo ni quién faenó los animales. Los veterinarios que analizaron los cortes quirúrgicos no encuentran explicación natural y coinciden en que el asunto escapa a sus conocimientos.
El 15 de mayo, en un campo cercano a Macachín, un productor rural halló una vaca muerta y denunció en la comisaría las extrañas circunstancias que rodeaban el asunto. El consternado campesino narró que el cuerpo parecía cocinado y presentaba perfectos cortes en la cabeza, de la que habían sido extraídos los globos oculares, un oído completo, toda la piel y la musculatura del maxilar, la lengua, el esófago y la tráquea.
También faltaban la ubre y los genitales. Los cortes eran rectos y limpios y las heridas estaban cauterizadas, "como causadas por un elemento candente", denunció el productor.
Más de 30 casos similares fueron denunciados, sin que nadie pudiese aportar una explicación lógica. El miércoles último, tres especialistas de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional de La Pampa, de General Pico, realizaron la autopsia al cuerpo de una vaca muerta en circunstancias similares.
"Buscamos un modelo lógico, un patrón común", explicaron Jorge Dubarri, Abel Herrera y Alberto Pariani, en el campo de Colonia Lagos, al que llegaron para tomar muestras y verificar datos.
Dubarri es el coordinador del Laboratorio Regional de Senasa. Coincidió con colegas que lo precedieron en el estudio de estos casos y habló de "un fenómeno extranatural, porque escapa a lo que nosotros conocemos, como la actividad de depredadores, abigeos o cazadores furtivos", dijo.
Según el especialista, lo más importante es "poder acceder desde la ciencia a alguna conclusión lógica, porque no es serio decir a los productores que es por causa de ataques extraterrestres".
Es que este fenómeno, que intriga por igual a chacareros, investigadores médicos, policías y autoridades, ha sido relacionado por los pobladores con avistajes de luces y objetos extraños en el cielo, lo que les sugiere la hipótesis de objetos voladores no identificados (OVNI). También circula una versión sobre un engendro de la mitología popular local llamado chupacabras, que succiona por la fuerza la leche de las vacas.
El caso de una potente luz observada en el cielo es citado por varios vecinos de Toay, donde el productor Stock Cappella denunció la muerte de dos vacunos en un campo sobre la ruta provincial 14.
Las extrañas mutilaciones (que comenzaron a principios de mayo, en Salliqueló) suceden en una amplia superficie que abarca el centro y sudeste de La Pampa. Según el relevamiento realizado por LA NACION, en un mes se habían sucedido 36 casos: ocho en General Acha, cinco en Cuchillo Có, cuatro en Jacinto Aráuz, uno en Quehué, dos en Santa Rosa-Toay, y dieciséis en La Adela, estos últimos pertenecientes todos al mismo productor, Albino Mences. Es el único caso de matanza colectiva.
Otros veterinarios que han analizado animales mutilados son Juan Manuel Ostertag y Raúl Noceda, ambos de General Acha, y José Cassavilliani, de La Adela. Los tres coinciden en que "los casos muestran notables similitudes, como que los animales aparecen con la cabeza quemada, sin una gota de sangre, y les faltan todos los órganos sensoriales". Además, las vacas no ofrecen resistencia a los ataques. No se constatan huellas ni indicios de lucha o desorden en torno del animal.

Flavio Frangolini

Cuento para leer y analizar el Martes 24 de Septiembre


LA MARCA DEL GANADO de Pablo De Santis

El primer animal apareció en el campo de los Dosen y a nadie le hubiera llamado la atención de no haber estado tan cerca del camino y con la cabeza colgando. Fue a fines del 82 o principios del 83, me acuerdo porque hacía pocos meses que había terminado la guerra y todos hablábamos del hijo de Vidal, el veterinario, que había desaparecido en el mar. Para escapar del dolor, de esa ausencia tan absoluta que ni tumba había, Vidal se entregó al trabajo, y como no eran suficientes los animales enfermos para llenar sus horas, investigó cada una de las reses mutiladas que empezaron a aparecer desde entonces. En realidad nunca supimos con certeza si el de los Dosen fue el primer caso, porque sólo desde entonces nos preocuparon las señales: aquí nunca llamó la atención una vaca muerta.
Al principio los Dosen le echaron la culpa al Loco Spica, un viejo inofensivo que andaba cazando nutrias y gritando goles por el campo, con una radio portátil que había dejado de funcionar hacía un cuarto de siglo. A todos nos pareció una injusticia que los Dosen le echaran la culpa, porque el viejo podía matar algo para comer, pero nunca hubiera hecho algo así: la cabeza casi seccionada, tiras de cuero arrancadas en distintos puntos de una manera caótica y precisa a la vez, como si el animal se hubiera convertido en objeto de una investigación o de un ritual. Y quedó claro que el Loco Spica no había tenido nada que ver, porque en marzo del 83, durante la inundación, apareció flotando en el río diez kilómetros al sur, y las mutilaciones -esa fue la palabra que usó Vidal, el veterinario, la primera vez y que todos nosotros usamos desde entonces- continuaron.
No me acuerdo si siguió después aquel novillo en el campo de la viuda Sabella o el ternero que apareció atado al molino derrumbado, con la cabeza de otro en lugar de la suya. En cada caso nuestro comisario, Baus, fue a buscar al veterinario para que estudiara las marcas y tratara de encontrar alguna pista. El comisario parecía desconcertado: nunca en su vida había investigado nada, ya que en el campo, a diferencia de la ciudad, las cosas son o bien demasiado evidentes o completamente invisibles, y tanto en un caso como en otro la investigación es inútil.
A partir de entonces, el bar que heredé de mi padre y que apenas me permite sobrevivir, se convirtió en una especie de foro sobre las mutilaciones. A nadie le importaba una vaca de más o de menos, porque acá cuestan poco y nada, pero asustaba imaginar al culpable, solo, en la noche, derribando al animal con un golpe en la cabeza, inventando formas distintas para cortarlo, a veces vivo todavía (así lo aseguraba el veterinario). Yañéz, el mecánico, decía que era una secta, y que sabía de casos parecidos en las afueras de Trenque Lauquen. Soria, el jefe de estación, hablaba de ovnis, él siempre estaba viendo luces en el cielo, sacaba fotografías, paseaba solo por el campo en espera del encuentro. Las mutilaciones eran para él experimentos; los extraterrestres analizaban las muestras de tejido. Como le dije que eso podría explicar los cortes pero no otras aberraciones (las cabezas trocadas, las langostas encerradas en las heridas, las flores emergiendo de las órbitas oscuras) Soria se defendía: era un experimento, sí, pero sobre nosotros: estudiaban nuestras reacciones ante lo malvado y lo desconocido.
Baus, el comisario, si tenía alguna teoría, la callaba. Investigó a los crotos que siempre andan por aquí y a fuerza de tantos interrogatorios terminó espantándolos, y hasta el día de hoy casi no ha vuelto a aparecer ninguno. Una noche, cuando le pregunté si realmente creía que eran ellos, me respondió tranquilo: es uno de nosotros.
¿Pero quién? Porque aquellas mutilaciones no traían ningún beneficio ni seguían un plan reconocible. Podían caer en el campo de cualquiera, y tampoco dentro de su locura seguían un sistema determinado. Vidal anotaba todo en una libreta de tapas azules, pero salvo cierta abundancia de marcas en la cabeza, no había otra constante. Iba a todos lados con su libreta, y cuando a veces cenaba en mi establecimiento, siempre solo, leía en voz baja aquella lista monótona, como si se tratara de un rezo. Los animales muertos le servían de excusa para estar siempre en movimiento, en busca de nuevos ejemplares, día y noche, para huir de su casa desierta y de los portarretratos con las fotos de su hijo.
A la tarde, frente a los vasos de ginebra o de fernet, todos hablaban con una autoridad infinita en la materia, mientras jugaban al dominó y esperaban con ansiedad que el próximo parroquiano irrumpiera con alguna nueva noticia. Ya no veíamos los animales muertos como pertenecientes a uno u otro dueño, sino como reses marcadas a través de las mutilaciones para señalar su pertenencia a un mismo rebaño fantasmal, que no cesaba de crecer.
Hubo casos más espectaculares que otros, y de una ejecución más arriesgada, como el ternerito que apareció colgado en la finca de los Dorey, muy cerca de la casa. Los Dorey no oyeron nada, los perros apenas ladraron y se callaron enseguida y el matrimonio siguió durmiendo, que los perros ladran por cualquier cosa. A la mañana se encontraron con el ternero colgado, la rama casi quebrada por el peso; seguramente habían usado un coche o una camioneta para izarlo, pero las lluvias habían borrado las huellas.
Vinieron algunos periodistas, de la capital inclusive. Estuvieron unos días en el hotel Lavardén, y se los veía a la hora de la siesta de aquí para allá, por las calles vacías, sin saber qué hacer, esperando la hora del regreso. También vinieron policías enviados por la jefatura de la provincia, y el comisario se sintió un poco relegado. Interrogaron a todo el mundo, sacaron fotografías y recogieron muestras para el laboratorio, pero se fueron también al poco tiempo sin respuestas y sin demasiado interés por las respuestas que no habían encontrado.
Durante todo ese tiempo, aun mientras los otros policías invadían su lugar, el comisario siguió investigando. Nos interrogó a todos; ponía un viejo grabador encima de la mesa y nos hacía hablar, nos preguntaba por los vecinos, por las rarezas que podía tener alguno. Hasta al cura interrogó, convencido de que el culpable había ido a confesarse y que el padre Germán lo protegía debido al secreto de confesión. Las mutilaciones se convirtieron en una obsesión para él, fue su primera investigación y también la última. A veces lo veía, por las noches, en la comisaría, bajo los tubos fluorescentes, los mapas del campo extendidos en la mesa, con los sitios donde habían aparecido los animales encerrados en círculos rojos. Trataba de encontrar en esas marcas dispersas una figura, intentaba adivinar el próximo caso. Hasta las cuatro o las cinco de la mañana se quedaba ahí, oyendo las cintas que había grabado, las conversaciones triviales, todos los secretos del pueblo, y esas voces, que nada sabían de las mutilaciones, parecían cautivarlo.
Ahí empezó a tener problemas con su esposa, porque iba poco para su casa, y cuando no estaba en la comisaría atravesaba los campos en su camioneta, con un faro buscahuellas, como un alucinado, hasta que se quedaba dormido en algún camino o, si le quedaban fuerzas, volvía para escuchar las cintas con las voces de todos. Nuestras voces lo atraparon y lo enloquecieron. Buscaba contradicciones y las encontraba una y otra vez, porque aquí nadie presta atención a nada y quien dice una cosa puede decir otra. El comisario parecía creer que todos sabían lo que pasaba, y que él era el único al que esa verdad le estaba vedada. Hasta tal punto llegó su desconfianza que cuando entraba en el bar todos callábamos y cambiábamos de tema, y pasábamos tímidamente al fútbol, a las inundaciones o a algún chisme local. El comisario se acostumbró a esa bienvenida que se le brindaba, hecha de silencio incómodo y lugares comunes.
El comisario sufría y se alejaba de todo, y por eso yo tuve la tentación de entrar de noche en la comisaría para apartar los mapas y las grabaciones y decirle la verdad. No hubiera servido de nada, porque él ya había hecho algo tan grande con aquellas vacas muertas, había construido con paciencia un misterio insondable que no encerraba sólo al culpable sino a todos, que nada lo hubiera dejado contento. La verdad le hubiera parecido insuficiente; y si yo hubiera hablado, pero no hablé, lo habría considerado un engaño, algo destinado a hacerlo caer en una trampa, a relevarlo de su insomnio y su desconfianza para dejarle libre el terreno al mal.
De todos en el pueblo quizás yo era el único que no tenía pero ninguna teoría. Todas me parecían verosímiles, inclusive la de los extraterrestres, y a la vez imposibles; si me hubieran hablado de una enfermedad inexplicable que golpeaba a las vacas con esos síntomas atroces lo hubiera creído también. Me parecía que la explicación estaba más cerca de una fuerza ciega, impersonal, que de un culpable minucioso y obstinado. Podían ser los hijos de Conde, que nacieron malvados, Greis, un cuidador de caballos que dormía abrazado a su escopeta, o la viuda de Sabella, o el veterinario Vidal o el mismo comisario.
Nunca hice ninguna conjetura firme, nunca investigué nada, y si llegué a la verdad y fui el primero, fue por casualidad. Volvía, un poco entonado, de la casa de unos primos, a cuarenta y cinco kilómetros del pueblo. Se festejaba un cumpleaños y cuando se terminó la última botella me invitaron a dormir. No soporto camas ajenas y a pesar del sueño decidí volver. La noche estaba clara y desde lejos la vieja Ford de Vidal, detenida a un costado del camino, con los faros apagados. Pensé que se le había quedado el motor: Vidal iba seguido a verlo al mecánico por una cosa o por otra. Detuve el rastrojero y me bajé dispuesto a ayudarlo. Dije “Buenas noches, doctor”, pero Vidal no me respondió.
Cuando me acerqué, vi con claridad al veterinario que, inclinado sobre la res abatida, practicaba los cortes con pulso firme. Yo estaba cansado y había tomado de más, pero al instante se me borraron las huellas del sueño y del alcohol.
Vidal sacó de su maletín un frasco de vidrio lleno de insectos muertos, muchas mariposas sobre todo, también escarabajos, que esperaban a ser sepultados en la herida. Empuñaba con firmeza el viejo bisturí alemán con sus iniciales en el mango, sin preocuparse por el testigo que seguía el procedimiento. Era tal su indiferencia que yo me sentí culpable por estar allí, por invadir la ceremonia privada que nunca llegaría a comprender. Durante algunos segundos fui yo el culpable, y él un juez inalcanzable, tan remoto en su dignidad e investidura que ni siquiera llegaba a saber de la existencia del imputado.
No dormí esa noche, y abrí el bar más tarde de lo habitual, y cuando ya a las cuatro, cuando empezaban a llegar los muchachos, quise decirles la verdad, me di cuenta de que no había llegado el momento oportuno. Esperé que hablaran, que expusieran sus teorías, sus ovnis, sus sospechas; cuando el último terminara de hablar, yo, callado hasta ese entonces, diría la verdad y ellos me oirían en silencio. En un instante, en un nombre, entraba todo: después de esa revelación, nada, perdería el poder del secreto. Decidí dejarlo para el día siguiente.
Pero entonces tampoco me pareció que era el momento oportuno. Me gustaba escucharlos hablar, confrontar en silencio sus torpes deducciones con el secreto; y a causa de esa satisfacción, fui más amable que nunca, y serví medidas más generosas y la casa invitaba con cualquier excusa, con tal de que aquellas voces no callaran nunca. Mi secreto no me distanció, al contrario, me sentí más cerca de ellos, ahora que los veía inocentes, ingenuos, moviéndose a ciegas en un mundo cuyos mecanismos ignoraban por completo.
Pasaron tres semanas desde la noche en que vi la Ford de Vidal junto al camino hasta la mañana en que el veterinario entró a mi establecimiento para pedir una grappa. Después de tomarla de un trago me preguntó por qué no había hablado. Le dije que no era asunto de mi incumbencia y pareció aceptar mi respuesta como algo razonable; era evidente que él también pensaba que el asunto no era de la incumbencia de nadie más. Me costaba hablar con él, me daba cierto pudor, como si fuéramos cómplices de alguna situación no sólo espantosa, sino también ridícula, pero al fin pregunté por qué, dije sólo por qué, incapaz de terminar la pregunta.
No esperaba respuesta, porque me parecía que todo lo que se podía decir estaba escrito ahí, en el idioma hecho de reses muertas y combinaciones abominables. Pero el veterinario dejó dos monedas en la mesa y respondió. Dijo que siempre había sido un buen veterinario, que había llegado a entender a los animales a través de señales invisibles para otros. Estudiaba el pelaje, pero también sus huellas, las marcas en el pasto, los árboles cercanos. Sentía que con cada animal enfermaba un pedazo del mundo, y que a él le tocaba la tarea de restaurar la armonía. Así lo había hecho por años y por eso los ganaderos de la zona confiaban en él. Después las cosas cambiaron. A su hijo le tocó primero la marina, luego una base naval en el sur, y finalmente la guerra. Él lo esperó sin optimismo y sin miedo hasta que una mañana un Falcon blanco de la marina con una banderita en la antena se detuvo frente a su casa. Él lo vio llegar desde la ventana. Del auto bajó un joven oficial que caminó con lentitud hacia la puerta, como esperando que en el camino le ocurriera algún incidente que lo hiciera desistir de su misión. Se notaba que nunca había hecho lo que ahora le tocaba hacer, y después de pronunciar un vago saludo le tendió con torpeza una carta con los colores patrios en una esquina, cruzados por una cinta negra. La mano del joven oficial temblaba al sostener la carta donde decía que el hijo del doctor Vidal había sido tragado por el mar, por el mar que nunca antes había visto.
Entonces el doctor Vidal descubrió algo que hasta ese entonces se le había ocultado: el mundo era maligno, y no podía pasar este hecho por alto. No podía seguir curando animales, ni creer que trabajaba para alguna armonía que los otros hombres eran incapaces de ver. No existía ninguna armonía ni ninguna verdadera curación posible. Sintió que la cura era una falta a la verdad.
Siguió sanando a los animales, porque era su trabajo y no sabía hacer otra cosa, pero decidió dejar en la noche y en los campos una marca, la señal que decía con claridad que él no había sido engañado, que a todos podían mentir, pero no a él, que sabía de qué se trataba la cosa. Entonces se dedicó a curar pero también a matar y a mutilar, a dejar en la noche las letras sangrientas de su mensaje. No dijo destinado a quién o qué.
Yo lo había escuchado en silencio, sin interrumpirlo ni hacerle ninguna otra pregunta, y no lo saludé ni me saludó cuando se fue. No sé si la explicación tuvo algo que ver, pero a partir de allí hubo menos casos, uno cada tres semanas, no más. Otras noticias nos distrajeron un poco y alargaron las partidas de dominó hasta que empezaba la noche. Beatriz, la esposa de Baus, el comisario, cansada de las ausencias, los ataques de ira y el misterio, lo dejó sin avisarle nada. Hizo las valijas y desapareció, y cuando el comisario llegó casi al amanecer a su casa, después de una expedición nocturna, se encontró con una grabación, hecha en la misma grabadora del comisario, donde la mujer decía que no soportaba más, que las cosas no podían seguir así, etcétera. La mujer había hecho una grabación porque decía que lo único que escuchaba su esposo eran aquellas cintas, y que si dejaba un papel escrito probablemente no le prestaría atención.
Diez días después, Baus miró por última vez los planos, las vacas de juguete en las que practicaba las incisiones, y salió para meterse en el terreno de Greis, aunque sabía que estaba loco, que dormía abrazado a la escopeta y disparaba a cualquier cosa que se moviera en la noche.
La muerte convirtió a Baus en un héroe para los muchachos del bar, que desde entonces contaron como hazañas algunos episodios menores de su actuación policial. Del capítulo final echaban la culpa a la esposa, y comentaban sin énfasis que el primo de un amigo de un conocido la había visto en un bar de La Plata, que se había cambiado de nombre y se hacía pagar las copas. De vez en cuando yo intentaba, desde la sombra, llevar el tema hacia los animales mutilados, pero no lograba interesarlos, y más de uno a esa altura me respondía: a quién le importa. Nunca estuve tan cerca de decir la verdad, pero la había llevado tanto tiempo conmigo que ya no sabía cómo decirla.
Después vino, la sequía, y la avioneta que cayó en el campo de los Ruiz y otras distracciones, y ya nadie volvió a hablar de las vacas muertas. Vidal casi nunca venía al establecimiento, y no me animaba a ir a buscarlo para preguntarle por qué había terminado, si acaso creía que el mundo se había curado o que su mensaje había dejado de tener importancia. Una noche, cerca de fin de año, días después de que el nuevo comisario, un hombre joven, de apellido Lema, llegara al pueblo, Vidal se sentó junto a la ventana y se quedó ahí, mudo, con el vasito de grappa en la mano, hasta que no quedó nadie más. Actué sin pensar, como si hubiera tomado la decisión mucho tiempo antes, en espera del momento oportuno. Cuando el veterinario se levantó para ir al baño abrí su maletín y saqué el bisturí alemán. Después seguí acomodando las sillas boca abajo sobre las mesas.
Esa misma noche caminé y caminé sin rumbo, armado con una llave inglesa, y el bisturí en el bolsillo izquierdo de mi camisa, el filo envuelto en papel de diario. Cuando la vaca ya estaba caída y marcada, como una ofrenda a un dios malvado y hambriento, dejé caer el bisturí en la herida. Ese era mi mensaje para quien lo supiera entender.
El nuevo comisario, Lema, lo supo entender, y a los dos días se presentó en la casa del veterinario. No fue necesario que preguntara nada, porque Vidal confesó todo, inclusive la última mutilación, y se dejó arrastrar por salas de espera de juzgados y hospitales y calabozos de comisaría. No dio explicaciones ni mostró ninguna forma de arrepentimiento. Cuando salió en libertad a las dos semanas, malvendió la casa y se asentó un poco más al sur, del otro lado del río, donde nadie lo conocía.
En el bar se volvió a hablar de las mutilaciones y cada uno barajaba los distintos motivos que podía haber tenido el veterinario. Pero todos hablaban con una rara cautela, como si supieran que el misterio, antes tan ajeno, ahora formaba parte de algo que nos involucraba. Hablaban con frases sin terminar. Yo volví a mi silencio: había vuelto a tener mi secreto. Nada supimos de Vidal durante cinco años hasta que llegó la noticia de su muerte en un accidente automovilístico. Fue en la ruta, una noche clara después de una tormenta. El día anterior el viento había tirado el alambrado y quedó ganado suelto en el camino. Los animales se avistaban a lo lejos, pero el veterinario, en lugar de frenar la marcha, aceleró contra las formas lentas y oscuras que lo esperaban. Acaso pensó que el mensaje, fuera cual fuera su destinatario, no había sido lo bastante claro, y que hacía falta un último sacrificio para hacerlo legible.

Sobre el autor:

Pablo De Santis nació en Buenos Aires en 1963. Su primera novela, El palacio de la noche, apareció en 1987. Luego publicó Desde el ojo del pez, La sombra del dinosaurio, Pesadilla para hackers, El último espia, Lucas Lenz y el Museo del Universo, Enciclopedia en la hoguera, Las plantas carnivoras y Páginas mezcladas, entre otros libros, en su mayoría destinados a adolescentes. La traducción fue finalista del Premio Planeta en 1997. Su más reciente novela, Filosofia y Letras, fue publicada en España en 1998.
Fue guionista y jefe de redacción de la revista Fierro; las historietas que allí publicara junto con el dibujante Max Cachimba fueron reunidas en el volumen Rompecabezas. Ha publicado también libros de crítica sobre el cómic. En televisión, fue el autor de los textos de los programas El otro lado y El visitante, y guionista de la miniserie Bajamar, la costa del silencio.
Dirige las colecciones La movida y Obsesiones, destinadas a lectores adolescentes, y Enedé, que reúne los clásicos de la historieta argentina.


Cuento a leer y analizar el Viernes 13 de Septiembre


“Cuentos para Tahúres” de Rodolfo Walsh

Salió no más el 10 - un 4 y un 6 - cuando ya nadie lo creía. A mí qué me importaba, hacía rato que me habían dejado seco. Pero hubo un murmullo feo entre los jugadores acodados a la mesa del billar y los mirones que formaban rueda. Renato Flores palideció y se pasó el pañuelo a cuadros por la frente húmeda. Después juntó con pesado movimiento los billetes de la apuesta, los alisó uno a uno y, doblándolos en cuatro, a lo largo, los fue metiendo entre los dedos de la mano izquierda, donde quedaron como otra mano rugosa y sucia entrelazada perpendicularmente a la suya. Con estudiada lentitud puso los dados en el cubilete y empezó a sacudirlos. Un doble pliegue vertical le partía el entrecejo oscuro. Parecía barajar un problema que se le hacía cada vez más difícil. Por fin se encogió de hombros. Lo que quieran... dijo.
Ya nadie se acordaba del tachito de la coima. Jiménez, el del negocio, presenciaba desde lejos sin animarse a recordarlo. Jesús Pereyra se levantó y echó sobre la mesa, sin contarlo, un montón de plata.La suerte, es la suerte dijo con una lucecita asesina en la mirada. Habrá que irse a dormir.
Yo soy hombre tranquilo; en cuanto oí aquello, gané el rincón más cercano a la puerta. Pero Flores bajó la vista y se hizo el desentendido.
Hay que saber perder - dijo Zúñiga sentenciosamente, poniendo un billetito de cinco en la mesa. Y añadió con retintín: Total, venimos a divertirnos.
- ¡Siete pases seguidos! -comentó, admirado, uno de los de afuera. Flores lo midió de arriba abajo.
-¡ Vos, siempre rezando! - dijo con desprecio.
Después he tratado de recordar el lugar que ocupaba cada uno antes de que empezara el alboroto. Flores estaba lejos de la puerta, contra la pared del fondo. A la izquierda, por donde venía la ronda, tenía a Zúñiga. Al frente, separado de él por el ancho de la mesa del billar, estaba Pereyra. Cuando Pereyra se levantó dos o tres más hicieron lo mismo. Yo me figuré que sería por el interés del juego, pero después vi que Pereyra tenía la vista clavada en las manos de Flores. Los demás miraban el paño verde donde iban a caer los dados, pero él sólo miraba las manos de Flores.
El montoncito de las apuestas fue creciendo: había billetes de todos tamaños y hasta algunas monedas que puso uno de los de afuera. Flores parecía vacilar. Por fin largó los dados. Pereyra no los miraba.Tenía siempre los ojos en las manos de Flores.
-El cuatro - cantó alguno.
En aquel momento, no sé por qué, recordé los pases que había echado Flores: el 4, el 8, el 10, el 9, el 8, el 6, el 10... Y ahora buscaba otra vez el 4.
El sótano estaba lleno del humo de los cigarrillos. Flores le pidió a Jiménez que le trajera un café, y el otro se marchó rezongando. Zúñiga sonreía maliciosamente mirando la cara de rabia de Pereyra. Pegado a la pared, un borracho despertaba de tanto en tanto y decía con voz pastosa:
- ¡Voy diez a la contra! - Después se volvía a quedar dormido.
Los dados sonaban en el cubilete y rodaban sobre la mesa.
Ocho pares de ojos rodaban tras ellos. Por fin alguien exclamó:
- ¡El cuatro!
En aquel momento agaché la cabeza para encender un cigarrillo. Encima de la mesa había una lamparita eléctrica, con una pantalla verde. Yo no vi el brazo que la hizo añicos.
El sótano quedó a oscuras. Después se oyó el balazo.
Yo me hice chiquito en mi rincón y pensé para mis adentros: "Pobre Flores, era demasiada suerte". Sentí que algo venía rodando y me tocaba en la mano. Era un dado. Tanteando en la oscuridad, encontré el compañero.
En medio del desbande, alguien se acordó de los tubos fluorescentes del techo. Pero cuando los encendieron, no era Flores el muerto. Renato Flores seguía parado con el cubilete en la mano, en la misma posición de antes. A su izquierda, doblado en su silla, Ismael Zúñiga tenía un balazo en el pecho.
"Le erraron a Flores", pensé en el primer momento, "y le pegaron al otro. No hay nada que hacerle, esta noche está de suerte."
Entre varios alzaron a Zúñiga y lo tendieron sobre tres sillas puestas en hilera. Jiménez (que había bajado con el café) no quiso que lo pusieran sobre la mesa de billar para que no le mancharan el paño. De todas maneras ya no había nada que hacer.
Me acerqué a la mesa y vi que los dados marcaban el 7. Entre ellos había un revólver 48.Como quien no quiere la cosa, agarré para el lado de la puerta y subí despacio la escalera. Cuando salí a la calle había muchos curiosos y un milico que doblaba corriendo la esquina. Aquella misma noche me acordé de los dados, que llevaba en el bolsillo - lo que es ser distraído! y me puse a jugar solo, por puro gusto. Estuve media hora sin sacar un 7. Los miré bien y vi que faltaban unos números y sobraban otros. Uno de los "chivos" tenía el 8, el 4 y el 5 repetidos en caras contrarias. El otro, el 5, el 6 y el 1. Con aquellos dados no se podía perder. No se podía perder en el primer tiro, porque no se podía formar el 2, el 3 y el 12, que en la primera mano son perdedores. Y no se podía perder en los demás porque no se podía sacar el 7, que es el número perdedor después de la primera mano. Recordé que Flores había echado siete pases seguidos, y casi todos con números difíciles: el 4, el 8, el 10, el 9, el 8, el 6, el 10... Y a lo último había sacado otra vez el 4. Ni una sola clavada. Ni una barraca. En cuarenta o cincuenta veces que habría tirado los dados no había sacado un solo 7, que es el número más salidor.
Y, sin embargo, cuando yo me fui, los dados de la mesa formaban el 7, en vez del 4, que era el último número que había sacado. Todavía lo estoy viendo, clarito: un 6 y un 1.
Al día siguiente extravié los dados y me establecí en otro barrio. Si me buscaron, no sé; por un tiempo no supe nada más del asunto. Una tarde me enteré por los diarios que Pereyra había confesado. Al parecer, se había dado cuenta de que Flores hacía trampa. Pereyra iba perdiendo mucho, porque acostumbraba jugar fuerte, y todo el mundo sabía que era mal perdedor. En aquella racha de Flores se le habían ido más de tres mil pesos. Apagó la luz de un manotazo. En la oscuridad erró el tiro, y en vez de matar a Flores mató a Zúñiga. Eso era lo que yo también había pensado en el primer momento.
Pero después tuvieron que soltarlo. Le dijo al juez que lo habían hecho confesar a la fuerza. Quedaban muchos puntos oscuros. Es fácil errar un tiro en la oscuridad, pero Flores estaba frente a él, mientras que Zúñiga estaba a un costado, y la distancia no habrá sido mayor de un metro. Un detalle lo favoreció: los vidrios rotos de la lamparita eléctrica del sótano estaban detrás de él. Si hubiera sido él quien dio el manotazo – dijeron - los vidrios habrían caído del otro lado de la mesa de billar, donde estaban Flores y Zúñiga.
El asunto quedó sin aclarar. Nadie vio al que pegó el manotazo a la lámpara, porque estaban todos inclinados sobre los dados. Y si alguien lo vio, no dijo nada. Yo, que podía haberlo visto, en aquel momento agaché la cabeza para encender un cigarrillo, que no llegué a encender. No se encontraron huellas en el revólver, ni se pudo averiguar quién era el dueño. Cualquiera de los que estaban alrededor de la mesa - y eran ocho o nueve -pudo pegarle el tiro a Zúñiga.
Yo no sé quién habrá sido el que lo mató. Quien más quien menos tenía alguna cuenta que cobrarle. Pero si yo quisiera jugarle sucio a alguien en una mesa de pase inglés, me sentaría a su izquierda, y al perder yo, cambiaría los dados legítimos por un par de aquellos que encontré en el suelo, los metería en el cubilete y se los pasaría al candidato. El hombre ganaría una vez y se pondría contento. Ganaría dos veces, tres veces... y seguiría ganando. Por difícil que fuera el número que sacara de entrada, lo repetiría siempre antes de que saliera el 7. Si lo dejaran, ganaría toda la noche, porque con esos dados no se puede perder.
Claro que yo no esperaría a ver el resultado. Me iría a dormir, y al día siguiente me enteraría por los diarios. ¡Vaya usted a echar diez o quince pases en semejante compañía! Es bueno tener un poco de suerte; tener demasiada no conviene, y ayudar a la suerte es peligroso.
Sí, yo creo que fue Flores no más el que lo mató a Zúñiga. Y en cierto modo lo mató en defensa propia. Lo mató para que Pereyra o cualquiera de los otros no lo mataran a él. Zúñiga - por algún antiguo rencor, tal vez - le había puesto los dados falsos en el cubilete, lo había condenado a ganar toda la noche, a hacer trampa sin saberlo, lo había condenado a que lo mataran, o a dar una explicación humillante en la que nadie creería. Flores tardó en darse cuenta; al principio creyó que era pura suerte; después se intranquilizó; y cuando comprendió la treta de Zúñiga, cuando vio que Pereyra se paraba y no le quitaba la vista de las manos, para ver si volvía a cambiar los dados, comprendió que no le quedaba más que un camino. Para sacarse a Jiménez de encima, le pidió que le trajera un café. Esperó el momento. El momento era cuando volviera a salir el 4, como fatalmente tenía que salir, y cuando todos se inclinaran instintivamente sobre los dados.
Entonces rompió la bombita eléctrica con un golpe del cubilete, sacó el revólver con aquel pañuelo a cuadros y le pegó el tiro a Zúñiga. Dejó el revólver en la mesa, recobró los "chivos" y los tiró al suelo. No había tiempo para más. No le convenía que se comprobara que había estado haciendo trampa, aunque fuera sin saberlo. Después metió la mano en el bolsillo de Zúñiga, le buscó los dados legítimos, que el otro había sacado del cubilete, y cuando ya empezaban a parpadear los tubos fluorescentes, los tiró sobre la mesa.
Y esta vez sí echó clavada, un 7 grande como una casa, que es el número más salidor...
Vocabulario de frases y palabras:

Tahúres: Plural de Tahúr. (Tahúr: 1.Jugador que tiene el vicio de jugar. 2. Que es muy diestro – bueno – en el juego)
Murmullo: Ruido que se hace hablando, especialmente cuando no se percibe lo que se dice. (hablar bajo)
Acodado: 1. doblado en forma de codo. 2. Apoyado sobre los codos.
“con rintintín”: coloq. Tono y modo de hablar que se utiliza para que alguien se sienta humillado o mortificado.
“me figuré”: coloq. pensé.
Vacilar: dudar.
“los chivos”: coloq. Cuba. Fraude, malversación, negocio ilícito (con esta expresión se refiere a “dados truchos”)
Treta: 1. Artificio sutil e ingenioso para conseguir algún intento. 2. Engaño que traza y ejecuta el diestro para herir o desarmar a su contrario, o para defenderse

Cuento a leer y analizar el martes 10 de Septiembre

PORTUGUESES
de Rodolfo Walsh

1)
El primer portugués era alto y flaco.
El segundo portugués era bajo y gordo.
El tercer portugués era mediano.
El cuarto portugués estaba muerto.
2)
-¿Quién fue? -preguntó el comisario Jiménez.
a. Yo no -dijo el primer portugués.
b. Yo tampoco -dijo el segundo portugués.
c. Ni yo -dijo el tercer portugués.
El cuarto portugués estaba muerto.
3)
Daniel Hernández puso los cuatro sombreros sobre el escritorio.
El sombrero del primer portugués estaba mojado adelante.
El sombrero del segundo portugués estaba seco en el medio.
El sombrero del tercer portugués estaba mojado adelante.
El sombrero del cuarto portugués estaba todo mojado.
4)
-¿Qué hacían en esa esquina? -preguntó el comisario Jiménez.
a. Esperábamos un taxi -dijo el primer portugués.
b. Llovía muchísimo -dijo el segundo portugués.
c. ¡Cómo llovía! -dijo el tercer portugués.
El cuarto portugués dormía la muerte dentro de su grueso sobretodo.
5)
-¿Quién vio lo que pasó? -preguntó Daniel Hernández.
a. Yo miraba hacia el norte -dijo el primer portugués.
b. Yo miraba hacia el este -dijo el segundo portugués.
c. Yo miraba hacia el sur -dijo el tercer portugués.
El cuarto portugués estaba muerto. Murió mirando al oeste.
6)
-¿Quién tenía el paraguas? -preguntó el comisario Jiménez.
a. Yo tampoco -dijo el primer portugués.
b. Yo soy bajo y gordo -dijo el segundo portugués.
c. El paraguas era chico -dijo el tercer portugués.
El cuarto portugués no dijo nada. Tenía una bala en la nuca.
7)
-¿Quién oyó el tiro? -preguntó Daniel Hernández.
a. Yo soy corto de vista -dijo el primer portugués.
b. La noche era oscura -dijo el segundo portugués.
c. Tronaba y tronaba -dijo el tercer portugués.
El cuarto portugués estaba borracho de muerte.
8)
-¿Cuándo vieron al muerto? -preguntó el comisario Jiménez.
a. Cuando acabó de llover -dijo el primer portugués.
b. Cuando acabó de tronar -dijo el segundo portugués.
c. Cuando acabó de morir -dijo el tercer portugués.
Cuando acabó de morir.
9)
-¿Qué hicieron entonces? -preguntó Daniel Hernández.
a. Yo me saqué el sombrero -dijo el primer portugués.
b. Yo me descubrí -dijo el segundo portugués.
c. Mi homenaje al muerto -dijo el portugués.
Los cuatro sombreros sobre la mesa.
10)
a.. Entonces ¿qué hicieron? -preguntó el comisario Jiménez.
b. Uno maldijo la suerte -dijo el primer portugués.
c. Uno cerró el paraguas -dijo el segundo portugués.
d. Uno nos trajo corriendo -dijo el tercer portugués.
El muerto estaba muerto.
11)
a. Usted lo mató -dijo Daniel Hernández.
b. ¿Yo señor? -preguntó el primer portugués.
c. No, señor -dijo Daniel Hernández.
d. ¿Yo señor? -preguntó el segundo portugués.
e. Sí, señor -dijo Daniel Hernández.
12)
-Uno mató, uno murió, los otros dos no vieron nada -dijo Daniel Hernández.
Uno miraba al norte, otro al este, otro al sur, el muerto al oeste. Habían convenido en vigilar cada uno una bocacalle distinta para tener más posibilidades de descubrir un taxímetro en una noche tormentosa.
"El paraguas era chico y ustedes eran cuatro. Mientras esperaban, la lluvia les mojó la parte delantera del sombrero."
"El que miraba al norte y el que miraba al sur no tenían que darse vuelta para matar al que miraba al oeste. Les bastaba mover el brazo izquierdo o derecho a un costado. El que miraba al este, en cambio, tenía que darse vuelta del todo, porque estaba de espaldas a la víctima. Pero al darse vuelta, se le mojó la parte de atrás del sombrero. Su sombrero está seco en el medio, es decir, mojado adelante y atrás. Los otros dos sombreros se mojaron solamente adelante, porque cuando sus dueños se dieron vuelta para mirar el cadáver, había dejado de llover. Y el sombrero del muerto se mojó por completo al rodar por el pavimento húmedo."
"El asesino usó un arma de muy reducido calibre, un matagatos de esos con que juegan los chicos o que llevan algunas mujeres en sus carteras. La detonación se confundió con los truenos (esa noche hubo una tormenta eléctrica particularmente intensa). Pero el segundo portugués tuvo que localizar en la oscuridad el único punto realmente vulnerable a un arma tan pequeña: la nuca de su víctima, entre el grueso sobretodo y el engañoso sombrero. En esos pocos segundos, el fuerte chaparrón le empapó la parte posterior del sombrero. El suyo es el único que presenta esa particularidad. Por lo tanto es el culpable."
El primer portugués se fue a su casa.
Al segundo no lo dejaron.
El tercero se llevó el paraguas.
El cuarto portugués estaba muerto.
Muerto.
FIN

jueves, 5 de septiembre de 2013

Cuento policial para la clase del viernes 6/9


 El lugar que se relata en el cuento es real, La Cueva de los Verdes está situada en el Municipio de Lanzarote perteneciente a las Islas canarias
 (Sobre la costa Atlántica, en el norte de África, ver mapa aquí)


UN DIA DESPUÉS, de Vicente Battista (Adaptación)

Miré una vez más la foto: un rostro juvenil, de ojos grandes, labios sensuales y pelo negro. Era una belleza.
-Se llama Mercedes Gasset y va a estar en el hotel Los Faraones, el sábado, al mediodía, me dijeron.
Asentí con la cabeza. Me entregaron el cincuenta por ciento del dinero pactado y el pasaje de ida y vuelta a la isla de Lanzerote. Dijeron que confiaban en mi y que el resto lo recibiría al final del trabajo. Asentí otra vez y pregunté si habían pensado en un sitio en especial. Uno de ellos dijo que había una cueva cerca del hotel llamada “Cueva de los Verdes” y que ese tal vez podría ser el lugar adecuado y agregó que no me costaría mucho llevarla hasta ahí. Realmente me tenían confianza. Supe que era hora de despedirse. En un par de días tendría que volar a Lanzarote para encontrarme con Mercedes Gasset
No me interesaban las islas Canarias y jamás había estado en Lanzarote, sólo tenía una vaga referencia por un cuento que había leído hace tiempo en donde un hombre se encontraba con una mujer joven, para disfrutar de un fin de semana. También yo iba a encontrarme con una mujer joven, pero no iba a disfrutar del fin de semana; iba a matarla.
La vi en el lobby del hotel. Se paseaba de un lado a otro, indecisa; aunque no parecía buscar a nadie. Finalmente se acercó a la barra y pidió un vaso de leche fría.
No es el mejor modo de combatir la ansiedad – dije.
Me miró; sonrió levemente.
- ¿Quién le ha dicho que estoy ansiosa?
- No hay más que verte.
- ¿Psicólogo?
Habíamos roto las barreras. Dijo que se llamaba Patricia; por alguna razón ocultaba su nombre, debía cuidarme. Dijo que era española, más precisamente de Madrid.
-Uruguayo – mentí.
Establecidas las reglas del juego, entretuvimos la tarde hablando tonterías.
Si me prometés cambiar la leche por un trago, esta noche cenamos juntos- le dije.
Ella se río y aceptó la invitación.
La vi marcharse. Esa muchacha me gustaba más de la cuenta; mi oficio prohíbe ese tipo de gustos. Pensé que un whisky doble expulsaría el mal sentimiento, lo bebí de un trago, pero la muchacha me seguía gustando. Miré la hora, faltaban unos minutos para las siete. Acaso dormir ayudaría. Pedí la llave de mi habitación y le ordené al conserje que me llamaran para despertarme a las ocho y media.
Fue puntual, virtud infrecuente en las mujeres jóvenes y bonitas.
Dijo que no iba a beber. Le recordé la promesa; agregó que sólo bebería vino, durante la comida. Parecía una niña obediente; fuimos hacia la mesa.
Elegimos una exquisita carne de ternera, rociada con salsa de champiñones y acompañada de arroz blanco. Supe que en la bodega del hotel había Vega Sicilia y no vacilé: iba a ser su última cena; merecía el mejor de los vinos.
Quiso saber de mí y dije que no quería hablar mí. A la hora del café y el coñac, le confesé que me gustaba más de la cuenta y por primera vez, a lo largo de la noche, estaba diciendo la verdad.
Decidimos que fuese en mi cuarto. Estábamos de pie, junto a la cama y sólo nos iluminaba la luna; se oía el ruido del mar, pero ni la luna ni el mar me importaron.
Se recostó sobre mí y me cubrió con una ternura indescriptible. Era una pena quitar al mundo a una muchacha así; la abracé casi con cariño. Se quedó dormida de inmediato. .
Un par de horas más tarde ella abrió los ojos. Le pregunté si conocía la Cueva de los Verdes y le propuse una excursión a la mañana siguiente. Dijo que sí. No sabía que estaba firmando su sentencia de muerte.
Un simple estuche de máquina fotográfica fue el refugio ideal para la Beretta 7,65, con silenciador incluido. Tomé un café sin azúcar, de camino a la Cueva de los Verdes. Habíamos decidido encontrarnos ahí a las diez de la mañana. La descubrí mezclada con un contingente turístico.
Mis clientes habían sabido elegir el lugar: un cadáver podría permanecer ahí por largo tiempo, hasta que el mal olor de su putrefacción lo delatase. Pensé que ese cadáver iba a ser el de Mercedes y sentí un ligero malestar. Decidí terminar el trabajo de una vez por todas y me detuve, con la excusa de ver algo. El contingente siguió su marcha, ignorándonos. Abrí el estuche fotográfico.
- Aquí no se pueden sacar fotos – bromeó.
-No pienso sacar fotos – dije.
La Beretta en mi mano hizo innecesario cualquier otro comentario.
- No entiendo - dijo y había sorpresa en su espanto.
-No es necesario que entiendas – dije.
- Hay un error - dijo, casi suplicante
- Tiene que haber un error.
Dije que en estos casos nunca hay errores y apreté el gatillo. Se oyó un sonido corto y seco. Mercedes intentó decir algo, pero todo quedó reducido a un gesto de dolor y desconcierto. En mitad de su frente, casi a la altura de sus cejas, comenzó a bajar un hilo de sangre. Di un paso atrás y vi cómo su bello cuerpo se derrumbaba para siempre. Con ternura la llevé hasta el rincón más escondido de la cueva y la cubrí con cenizas de lava. Me sacudí las manos y la ropa y caminé rápido hacia donde estaba el contingente de turistas. Habían pasado menos de diez minutos. Nadie reparó en su ausencia.
Los pasos siguientes serían de pura rutina: debía desprenderme del arma y de la documentación falsa de mi identidad.
Entré en el hotel pensando en una ducha fría. Iba a pedir la llave de mi cuarto, cuando escuché una voz femenina...
- Me llamo Mercedes Gasset – oí - Hay una reserva a mi nombre. Tenía que haber llegado ayer pero el vuelo...
Giré la cabeza y la vi. Ojos grandes, labios sensuales y pelo agresivamente negro: era mi víctima, la real, que llegaba con un día de atraso. Pidió un whisky. Pensé en Patricia, sola en la Cueva de los Verdes, cubierta de ceniza de lava; sentí un odio feroz por esta impostora pero como decía Quincey, “no hay que dejar las cosas para el día siguiente”. Me acerqué y le dije que ése no era el mejor modo de combatir la ansiedad...


martes, 3 de septiembre de 2013

Aviso por si a alguien le interesa:


lunes, 26 de agosto de 2013

Trailer de la película "Otra vuelta de tuerca" basada en el libro que tienen que leer.

Trailer de "Otra vuelta de tuerca" (doblada al español, versión del año 1995) Traté de encontrarla por todos lados entera pero no lo logré. De todas formas creo que para empezar a leer la historia (quienes aún no lo hicieron) es un buen preámbulo. 

miércoles, 21 de agosto de 2013

Texto a trabajar el 23 de Agosto

Cuento "Continuidad de los parques" de Julio Cortázar

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer. Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

sábado, 10 de agosto de 2013

Texto para el viernes 16 de Agosto

 Cuento: Axolotl de Julio Cortázar

Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolote. Iba a verlos al acuario del Jardín des Plantes y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad (...). Ahora soy un axolote. El azar me llevó hasta ellos una mañana de primavera en París (...)Nunca había entrado en el húmedo y oscuro edificio de los acuarios. Pero ese día, no se por qué, elegí los acuarios. Observé peces vulgares hasta dar inesperadamente con los axolotes Me quedé una hora mirándolos, y salí incapaz de otra cosa. Luego investigué sobre ellos en la biblioteca. Consulté un diccionario y supe que los axolotes son formas larvales, provistas de branquias, una especie de batracios. Que eran mexicanos lo sabía ya por ellos mismos, por sus pequeños rostros rosados aztecas y el cartel en lo alto del acuario. Leí que se han encontrado ejemplares en África capaces de vivir en tierra durante los períodos de sequía, y que continúan su vida en el agua al llegar la estación de las lluvias. Encontré su nombre español. ajolote volví (...) Volví a verlos al día siguiente. Empecé a ir todas las mañanas, a veces de mañana y de tarde. El guardián de los acuarios sonreía perplejo al recibir el billete. Me apoyaba en la barra de hierro que bordea los acuarios y me ponía a mirarlos. No hay nada de extraño en esto porque desde un primer momento comprendí que estábamos vinculados (...) Los axolotes se amontonaban en el angosto (sólo yo puedo saber cuán angosto) piso de piedra y musgo del acuario. Había nueve ejemplares y la mayoría apoyaba la cabeza contra el cristal, mirando con sus ojos de oro a los que se acercaban (...) Aislé mentalmente una situada a la derecha y algo separada de las otras para estudiarla mejor. Vi su cuerpecito rosado y como translúcido (...) semejante a un pequeño lagarto de quince centímetros, terminado en una cola de pez de una delicadeza extraordinaria, la parte más sensible de nuestro cuerpo. Por el lomo le corría una aleta transparente que se fusionaba con la cola, pero lo que me obsesionó fueron las patas, de una finura sutilísima, acabadas en menudos dedos, en uñas minuciosamente humanas. Y entonces descubrí sus ojos, su cara, dos orificios como cabezas de alfiler, enteramente de un oro transparente carentes de toda vida pero mirando, dejándose penetrar por mi mirada (...) A ambos lados de la cabeza, donde hubieran debido estar las orejas, le crecían tres ramitas rojas como de coral, una excrescencia vegetal, las branquias supongo. Y era lo único vivo en él, cada diez o quince segundos las ramitas se enderezaban rígidamente y volvían a bajarse. A veces una pata se movía apenas, yo veía los diminutos dedos posándose con suavidad en el musgo. Es que no nos gusta movernos mucho, y el acuario es tan angosto; apenas avanzamos un poco nos damos con la cola o la cabeza de otro de nosotros (...) El tiempo se siente menos si nos estamos quietos. Fue su quietud la que me hizo inclinarme fascinado la primera vez que vi a los axolotes.  Sus ojos sobre todo me obsesionaban. 
Era inútil golpear con el dedo en el cristal, delante de sus caras no se advertía la menor reacción. Los ojos de oro (...) seguían mirándome desde una profundidad insondable que me daba vértigo. Y sin embargo estaban cerca. Lo supe antes de esto, antes de ser un axolote (...) Yo creo que era la cabeza de los axolotes, esa forma triangular rosada con los ojitos de oro. Eso miraba y sabía. Eso reclamaba (...) Los imaginé conscientes, esclavos de su cuerpo (...). Su mirada (...) me penetraba como un mensaje: "Sálvanos, sálvanos" (...) En ese instante yo sentía como un dolor sordo; tal vez me veían, captaban mi esfuerzo por penetrar en lo impenetrable de sus vidas. No eran seres humanos, pero en ningún animal había encontrado una relación tan profunda conmigo (...) Les temía. Creo que de no haber sentido la proximidad de otros visitantes y del guardián, no me hubiese atrevido a quedarme solo con ellos. «Usted se los come con los ojos», me decía riendo el guardián, que debía suponerme un poco desequilibrado. No se daba cuenta de que eran ellos los que me devoraban lentamente (...) Lejos del acuario no hacía mas que pensar en ellos, era como si me influyeran a distancia. Llegué a ir todos los días, y de noche los imaginaba inmóviles en la oscuridad, adelantando lentamente una mano que de pronto encontraba la de otro (...) Ahora sé que no hubo nada de extraño, que eso tenía que ocurrir. Cada mañana al inclinarme sobre el acuario el reconocimiento era mayor (...) Ellos y yo sabíamos. Por eso no hubo nada de extraño en lo que ocurrió. Mi cara estaba pegada al vidrio del acuario, mis ojos trataban una vez mas de penetrar el misterio de esos ojos de oro sin iris y sin pupila. Veía de muy cerca la cara de una axolotl inmóvil junto al vidrio. Y ahí fue cuando, sin sorpresa, vi mi cara contra el vidrio, en vez de la del axolote vi mi cara contra el vidrio, la vi fuera del acuario, la vi del otro lado del vidrio. Entonces mi cara se apartó y yo comprendí. Sólo una cosa era extraña: seguir pensando como antes...
Darme cuenta de eso fue en el primer momento como el horror del enterrado vivo (...) Afuera mi cara volvía a acercarse al vidrio, veía mi boca de labios apretados por el esfuerzo de comprender a los axolotes. Yo era un axolote (...) Él estaba fuera del acuario (...) El horror venía (...) enterrado vivo en un axolote, condenado a moverme (...) entre criaturas insensibles. Pero aquello cesó cuando una pata vino a rozarme la cara, cuando moviéndome apenas a un lado vi a un axolote junto a mí que me miraba, y supe que también él sabía, sin comunicación posible pero tan claramente. O yo estaba también en él, o todos nosotros pensábamos como un hombre (...) 
Él volvió muchas veces, pero viene menos ahora. Pasa semanas sin asomarse. Ayer lo vi, me miró largo rato y se fue bruscamente. Me pareció que no se interesaba tanto por nosotros, que obedecía a una costumbre (...) Me parece que por lo menos alcancé a comunicarle algo en los primeros días, cuando yo era todavía él. Y (...) me consuela pensar que acaso va a escribir sobre nosotros, creyendo imaginar un cuento va a escribir todo esto sobre los axolotes.